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Algunos
reían y otros lloraban, pero todos
los barceloneses seguían pendientes
de la radio para saber cuándo tendría
lugar el desenlace que todo el mundo estaba
esperando. No todos eran sinceros en sus
manifestaciones de alegría o de
dolor ante el hecho que se avecinaba,
pero entre todos ellos iban a hacer crecer
la cuenta corriente de los fabricantes
de camisas, que se las prometían
muy felices mientras buscaban nuevos colores
para confeccionar las que pronto llenarían
sus escaparates. A partir de entonces
iba a desaparecer el azul fuerte en muchos
armarios que, hasta aquellas fechas, lo
habían tenido como común
denominador. |
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En
muchas de las casas donde aquello ocurría,
en las que dominaba el azul bordado en
rojo y en las que la música que
más se escuchaba eran composiciones
marciales,
se ensayaban nuevas actitudes y nuevos
comportamientos cara al futuro, al tiempo
que sus habitantes varones se afeitaban
el fino bigote que hasta entonces les
había adornado la cara, y todos
sus moradores preparaban discursos con
contenido distinto al que habían
estado acostumbrados a formular hasta
entonces. Ninguno de ellos quería
que se les escapara el nuevo tren que,
sin que pudieran evitarlo, no tardaría
en inaugurarse; ni tampoco querían
perderse ninguno de los favores a los
que se habían acostumbrado. Y empezaron
a rellenar su vocabulario con palabras
que, hasta entonces, habían dejado
olvidadas en el diccionario. Vocablos
como democracia, partidos, política,
huelgas, oposición y demás
afines, comenzaron a recobrar su verdadera
importancia. |
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En
las casas en cuyos armarios ya se veían
las camisas en rojo y en negro mucho antes
de aquel mes de noviembre, la alegría
era más auténtica que la
pena de aquellas otras en las que dominaba
la búsqueda de un nuevo color.
Pero también en muchas de ellas
se preparaba una actitud nueva y distinta
de la que hasta entonces habían
mantenido, y que ahora parecía
más decidida, más de acorde
con sus verdaderos objetivos cara al futuro.
Aunque tampoco en todas ellas se divisaran
con claridad cuáles eran en verdad
aquellos objetivos. En muchas caras de
sus moradores se dibujaba, sin que consiguieran
borrarlo y aunque no todos se hubieran
dado cuenta de que lo llevaban pintado,
un estigma extraño, que tenía
mucho más que ver con la necesidad
de revancha o la lucha por el poder que
con los ideales que estaban dejando atrás
al perseguir, con demasiado ahínco,
un puesto de privilegio
personal en el nuevo organigrama político
que se estaba confeccionando entre unos
cuantos, ya organizados de antemano. |
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El
dictador Franco, mientras tanto, agonizaba
tan lentamente que no permitía
ni a unos ni a otros tomar la iniciativa,
pero conseguía, como había
hecho durante los últimos cuarenta
años, tener a toda España
pendiente de su persona. Incluso desde
el lecho de muerte seguía imponiendo
su ley. |
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Barcelona
entera vivía obsesionada con la
imagen de la muerte que, a no tardar,
en uno o dos días a lo sumo según
los partes médicos que no paraban
de sucederse a través de las emisoras
de radio, iba a hacer su entrada triunfal
en Madrid con el halo de protagonista
absoluta. Por una vez, todos los habitantes
de la ciudad estaban pendientes de su
guadaña. |
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